La primera entrega de los materiales tratados en la reunión anual del Movimiento de Lausana en España, noviembre del 2019. Se trata de una charla de Jaume Llenas.
"El discipulado sería el proceso, conducido por el Espíritu Santo, en el que éste,
usando de relaciones con otros cristianos y el poder de las Escrituras, va edificando en
nosotros la persona de Cristo."
¿Qué es discipulado? ¿Qué no está funcionando y por qué?
1- ¿Qué es discipulado?
Jesús nos dejó un esquema claro, sencillo y reproducible de lo que es la vida cristiana. Nosotros le hemos puesto nombre a dos grandes declaraciones que hizo Jesús: El gran mandamiento y la gran comisión. Es nuestra obligación mantenerlo simple para que sea fácilmente comunicable. Hemos complicado tanto el evangelio que mucha gente no es capaz de comunicarlo.
Mat. 22: 36 – 40: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.
Mat. 28: 18 – 20: Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
La vida que Dios espera de nosotros es que le amemos a Él habiendo expulsado todo otro ídolo de la clase que fuera de nuestras vidas. Hay muchos ídolos que compiten por nuestra lealtad. Un ídolo es algo bueno que nosotros hemos convertido en un absoluto y que pretende dar sentido a nuestra vida. La clave es aquello que nosotros amamos, aquello a lo que apegamos nuestros sentimientos, nuestra mente, nuestras acciones. El ídolo debe ser expulsado para que solo Dios sea nuestro amado. En cierto sentido, pecar es no amar lo suficiente, pensar que hay algo mejor que Dios y por ello amarlo.
Solo las personas que han quitado su ego del centro de sus vidas y han permitido que sea Dios quien ocupe el lugar central de su amor, son los que pueden amar a los demás como a sí mismos. Un cristiano solo puede ser el tercero. O bien aún no amas a Dios y como consecuencia eres el primero. O bien amas a Dios y como consecuencia eres el tercero. Este amor es un enfoque de vida en los demás en lugar de en ti. Se trata de vivir para la Misión de Dios. Él está en misión rescatando a los seres humanos y destruyendo el poder del mal y nosotros nos añadimos a esa misión.
En tercer lugar, aquellos que aman a los demás como a sí mismos son los que pueden ir y hacer discípulos de Jesús. Si te amas a ti mismo haces discípulos de ti, pero cuando amas a Dios y a los demás haces discípulos de Él. Gastas la vida en acompañar a personas que le siguen, que le aman más que a sí mismos, que aman a los demás. Colaboras con Dios en hacer personas que se parecen cada día más a Jesús.
Cuando esta triple dinámica se da (amar a Dios, amar a los demás y hacer discípulos), Jesús se hace visible en nuestra vida y en la de otros. Nos convertimos en pequeños cristos en
expresión de C.S. Lewis: “La iglesia existe con el único propósito de llevar hombres a Cristo, de hacerlos pequeños cristos”. Así describía el autor lo que es el discipulado. La Iglesia existe para hacer visible a Jesús y eso se consigue cuando los que la forman son pequeños cristos. En algunas ocasiones en la historia la Iglesia se ha convertido en un movimiento de Jesús. Se ha simplificado tanto que la experiencia de Jesús era mucho más visible. Por ejemplo, lo que Alan Hirsch cuenta cuando el comunismo entró en China e hizo desaparecer las estructuras eclesiales. Esa simplificación forzada dio origen a un cristianismo viral y poderoso. En lugar de grandes estructuras necesitamos adelgazar las que existen para permitir que lo básico se haga visible.
Resumiendo: el discipulado sería el proceso, conducido por el Espíritu Santo, en el que éste, usando de relaciones con otros cristianos y el poder de las Escrituras, va edificando en nosotros la persona de Cristo. En expresión de Pablo en Gál. 4: 19: Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros. Ef. 4: 13: …a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. En el primer versículo era Pablo quien proveía de relaciones y la verdad de las Escrituras, en el segundo de ellos son los pastores y maestros (v. 11) los instrumentos usados.
2- ¿Qué no está funcionando y por qué?
Si analizamos nuestras iglesias se hacen visibles dos problemas:
1- Problema cualitativo. Los cristianos crecen poco a lo largo de su vida. Hay poca transformación de un año a otro. De alguna manera el cristianismo es solo una fina capa superficial. Incluso en aquellos países donde las Iglesias evangélicas crecen numéricamente el problema de la superficialidad es escandalosamente evidente. Cualquier situación de stress lo pone en evidencia. La crisis territorial que vivimos en España ha puesto de manifiesto que los cristianos no pensamos diferente que la sociedad a nuestro alrededor. No tenemos claro para qué estamos aquí en este momento de la historia. Leer a los evangélicos en las redes sociales es profundamente descorazonador. Unos como otros justifican la violencia cuando es de los suyos y la condenan solo en los contrarios. Este motivo de stress es solo un ejemplo, pero las situaciones de prueba que surgen en la vida nos muestran que actuamos con los mismos patrones de conducta que los no cristianos: consumismo, individualismo radical, etc. definen nuestra forma de relacionarnos con el mundo.
2- Problema cuantitativo. En Occidente la Iglesia decrece numéricamente (en España hoy hay menos cristianos evangélicos autóctonos que hace 30 años) y su grado de influencia para bien en la sociedad es mucho menor que el número de sus miembros. Una iglesia siempre debiera tener un radio de impacto proporcionalmente mayor que el número de sus miembros. Cuando hablo de influencia pienso en la proclamación del evangelio, pero pienso también en otras formas de bendecir a las personas en sus necesidades. Y eso afecta a todos en la sociedad y no solo a los pobres. Los ricos también son necesitados de la sociedad. ¿A cuánta gente no cristiana estáis bendiciendo en el territorio en el que estáis ubicados? Mientras, nosotros pensamos más en influencia social para hacer prevalecer la “agenda evangélica”. Pensamos más en influencia política que en hacer el bien a los que el Señor nos ha puesto cerca. Esa es la manera de tener influencia social, hacer el bien. Éxito no es contar cuántos
somos, sino contar a cuántos estamos alcanzando con el poder del evangelio, contar cuántos discípulos estamos haciendo ahora.
¿Cuál es la razón de fondo detrás de ambos problemas?
Quiero sugerir que, en muchos casos, se debe a que en el modelo de iglesia recibido no estaba situado en el centro el discipulado a la manera de Jesús: intencional y relacional. Básicamente la Iglesia se ha dedicado a cosas que no eran centrales y ha dejado aquellas a las que nos envió Jesús.
1- Hemos puesto a la Iglesia en el centro en lugar de poner en el centro a la Misión de Dios. En palabras de Chris Wright, que ha sido director teológico del Movimiento de Lausana: “No es que Dios tenga una misión para su iglesia, sino que tiene una iglesia para su misión”. La Iglesia ha pasado de ser el instrumento de la Misión de Dios a ser un fin en sí misma y la Misión se ha convertido en las misiones, algo que un pequeño grupo de especialistas hacen en nombre de todos nosotros. Como la Misión ha dejado de ser central, la Iglesia ha enfatizado la evangelización como el medio de hacer crecer la Iglesia. La consecuencia es que la Iglesia se ha ensimismado, existe para sí misma. Esto ha producido también una mentalidad institucional en lugar de orgánica. La Iglesia ha perdido el entorno de familia y se comporta como una institución regida por estatutos legales en lugar de por relaciones.
2- Hemos centrado la Iglesia sobre el evento del culto en lugar de sobre la misión de Dios y la misión del Pueblo de Dios como comunidad. Hemos llenado nuestras vidas de comités, reuniones administrativas, atención personalizada a los ya cristianos en los momentos de crisis de la vida, etc. Cuando el número de reuniones cristianas a las que vamos se convierte en el criterio de fidelidad de un cristiano, en lugar de serlo si su vida está conectada con la Misión de Dios en la tierra, es difícil hacer discípulos porque basta con que sean buenos oyentes de mensajes. Hemos sustituido a los discípulos por creyentes.
3- Hemos medido el éxito de nuestra iglesia o ministerio por el número de personas que teníamos sentadas en las sillas o bancos en los cultos en lugar de si estas personas se parecían más a Jesús que un año atrás. El criterio del éxito es fundamental para saber a dónde nos dirigimos. Todos queremos tener éxito, pero si lo que es éxito está equivocado, entonces estamos avanzando hacia el sitio incorrecto. Vamos a hacer cualquier cosa necesaria para llenar los asientos de gente, en lugar de centrarnos en si se parecen más a Jesús. Deberíamos dejar de preguntarnos los unos a los otros a cuánta gente tenemos sentada los domingos.
4- Hemos pensado que hacer discípulos es enseñarles más cosas. Creíamos que si sabían muchas cosas sobre Dios ellos cambiarían. Por ello hemos llamado discipulado a unas clases de doctrina fundamental impartida generalmente a nuevos creyentes. Nos hemos dejado engañar por una mentalidad modernista, industrial, que hace discípulos como las cadenas de producción elaboran productos. Hemos creado un modelo de discipulado asimétrico, en el que los unos, los discipuladores, enseñan a los otros, los discípulos. En la Biblia nos habla de un modelo simétrico de discipulado que dura la
vida entera y por ello todos los cristianos somos discípulos que estamos siendo discipulados durante toda la vida. Como nuestras iglesias han ido siendo cada vez más lugares a los que se asiste a un espectáculo desde el estrado, los cristianos se han ido convirtiendo en espectadores. La iglesia son los que coinciden en el espectáculo semanal, más que aquella comunidad de vida 24/7 que realizan el ministerio que se describe en la Biblia como “los unos a los otros”. Es en este contexto de relaciones familiares que se debe producir el discipulado. Relaciones bajo la verdad de Dios que van produciendo el carácter de Cristo en nosotros.
5- Hemos atraído a los cristianos para convertirse en auxiliares de nuestro ministerio en lugar de ser nosotros los auxiliares del ministerio de ellos. Hemos considerado aquello que nosotros hacemos como ministerio y lo que ellos hacen como una simple forma de ganarse la vida. Somos como una empresa en la que trabaja el 1% y el 99% restante sirve al ministerio de este uno. En lugar de eso las Escrituras dicen que la función de los líderes es equipar a los santos para que ellos hagan la obra del ministerio. Ef. 4: 12. Ellos, el 99%, hacen ministerio y nosotros, el 1%, existimos para capacitarles para que lo hagan
¿Cómo se arregla este desenfoque tan evidente? Quiero proponeros que volvamos a poner la Misión de Dios en el centro y que volvamos a hacer aquello que Dios nos envió a hacer. Hacer discípulos que reflejan a Jesús en cada área de su vida.