06 DE SEPTIEMBRE DE 2013
INTRODUCCIÓN
Desde hace un tiempo se está denominando “no alcanzados”, “menos alcanzados” o “inalcanzados”[1]a las personas, pueblos o etnias que poca o ninguna posibilidad han tenido de oír una presentación clara del evangelio redentor de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. La iglesia no puede ignorarlos ni olvidarse de ellos si quiere ser fiel a la missio Dei recibida. En las congregaciones e instituciones que han incorporado una actividad dirigida a los “no alcanzados” se han producido cambios importantes —todos positivos—, que afectaron la espiritualidad, las vocaciones, el programa, las actividades, ¡y el presupuesto!
Se podría suponer que esto de los “no alcanzados” es cuestión de una moda pasajera, o de un énfasis que nos viene desde un contexto que no es el nuestro, pero no es así. Es algo tan antiguo como la Biblia misma, y por ello queremos en primer término rastrear en sus páginas algunos antecedentes, si bien es cierto que, valga la aclaración, no encontraremos la expresión como tal, sino el pleno concepto.
EL MAYOR DE LOS MISIONEROS Y TEÓLOGOS
No creo que estemos exagerando si afirmamos que Pablo puede ser considerado el más grande de los teólogos y misioneros de la cristiandad. Nos estamos refiriendo con ello al tremendo impacto que su conversión, ministerio y escritos produjeron, no solo en su tiempo, sino a lo largo de la historia. Pero, ¿qué fue él primordialmente? ¿Teólogo o misionero? ¿O ambas cosas a la vez? En él se dio una “extraña” combinación —no muy frecuente de hallar en nuestros días— en la que se conjugaban, equilibradamente, alta capacidad intelectual con apasionado corazón.
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