La conversión a Cristo es una experiencia espiritual profunda, genuina, significa un nuevo nacimiento efectuado sobrenaturalmente por parte del único que puede realizar un milagro de esa naturaleza y de tan largo alcance: nuestro Padre Dios, el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo.
Ese cambio espiritual profundo, da lugar a un proceso de transformación, de santificación que debe ir afectando todas las áreas de nuestra mente, de nuestras relaciones, de nuestras actitudes, de nuestros principios, de nuestra vida.
A partir de ese momento nuestra visión del mundo del trabajo, de los negocios, de la política, de la justicia social, de la economía no puede ser el mismo que antes de la conversión y de las concepciones más extendidas, entre aquellos que no han nacido de nuevo por el Espíritu.
Ese cambio experimentado en el nivel personal, debe de ir afectando a las demás esferas en las que nos movemos: la familia, la iglesia, el lugar de trabajo, hasta producir en la voluntad de Dios transformaciones sociales profundas.
Es cierto que este mundo presente no va a ser transformado y redimido completamente por los cambios sociales y políticos a los que los creyentes podemos contribuir, el Reino de Dios no se instaurará por ninguna de estas iniciativas, pero por otro lado, la responsabilidad social y política es un imperativo espiritual, bíblico y ético que ningún creyente puede obviar. Debemos procurar la justicia, conforme a la ética bíblica y así ser sal y luz en este mundo.
Cuando en una sociedad hay una proporción significativa de cristianos genuinos y no se producen cambios en el mundo de los negocios, la economía, la política, la justicia social, etc., hay algo que está mal enfocado. No debemos esperar, tal como decíamos, la instauración del Reino de Dios de forma definitiva por esta vía, pero tampoco ser invisibles y no contribuir a la salud social, económica y política de nuestras sociedades.
Los cuatro artículos que conforman este Básico Andamio, enfocan estas cuestiones, nos ayudan a comprender las implicaciones bíblicas y prácticas en estos campos. Los autores proceden de diversos contextos, algunos más cercanos que otros, todo ello añade un valor especial y enriquece el material que tenemos delante. Especialmente quiero hacer referencia al último capítulo:
Informe temático sobre la Misión Cristiana y la Justicia Social. Nos presenta las conclusiones de un Grupo de Trabajo (dentro de GBU Internacional) muy cualificado, de diferentes continentes, sobre está cuestión que nos ocupa.
Nuestra oración y deseo sincero es que la lectura y reflexión de este
material nos estimule a una mayor concienciación y clarificación de nuestra responsabilidad social y política como cristianos. Queremos ser “sal y luz” y ver algunas señales y avances del Reino de Dios entre nosotros. Para descargar todo el artículo: Responsabilidad social y politica del cristiano. Frederick Catherwood