20 DE SEPTIEMBRE DE 2013
La nueva humanidad de Dios: andar de forma distinta
El compromiso de Ciudad del Cabo 2010 (Parte V:1)
Esteban Rodemann
Las fuerzas del consumo han obrado poderosamente entre los creyentes españoles durante los últimos cuarenta años, llevándonos a asumir –casi sin darnos cuenta– valores motivados más por el afán de autonomía personal que por la lealtad al evangelio.
La Biblia usa la metáfora de andar para describir el estilo de vida del cristiano. Dios salva a las personas abriendo camino donde no lo hay, sacándolas de la esclavitud al mal y llevándolas a un lugar de libertad espiritual (Is. 43.16). Uno se traslada de una condición terrible a un estado nuevo y maravilloso. El profeta habla del buen camino que introduce a las personas al descanso de Dios (Jer. 6.16). Para llegar al descanso, hay que seguir avanzando en cierto sentido. Jesucristo señala un camino angosto que lleva a la vida (Mt. 7.13-14). Luego afirma ser el camino él mismo (Jn. 14.6). Los primeros cristianos llaman su experiencia de salvación «el Camino» (Hch. 24.14). Andar con Cristo día a día, todos los días, será la manera de llegar al destino deseado.
Es que la vida en esta tierra es verdaderamente un viaje a alguna parte. El tiempo avanza, y la Palabra de Dios recuerda al creyente que es peregrino en este mundo, de excursión permanente hacia un destino mejor.«Arrieros somos y en el camino andamos». Luego, como diría Antonio Machado, se hace camino al andar. Hay una sucesión de decisiones que se toman, y éstas configuran poco a poco el conjunto de rasgos vitales de un hombre o una mujer. En cada momento se nos presenta alguna encrucijada y elegimos seguir una conducta u otra. El símil de la excursión sugiere
1) decisión (un hombre camina porque escoge cada paso que da),
2) dirección (una mujer avanza hacia un destino, no se trata de un deambular sin rumbo), y
3) constancia (caminar es una sucesión de pasos que se dan sin parar). Cuando los autores bíblicos hablan de correr en los caminos del Señor, o de correr la carrera puesta por delante, añaden un cuarto elemento: 4)
deseo , ganas, es decir, un convencimiento total acerca de la conveniencia del camino elegido.
El paseo más agradable se da un compañía de otros. El profeta pregunta «¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?» (Am. 3.3). El refrán nos invita a escoger bien las compañías: «Dime con quién andas y te diré quién eres». Por ello, el andar del cristiano avanza mejor en comunión con la iglesia local. Junto con la iglesia, el creyente sigue adelante en el buen camino. En comunidad, nos ayudamos a andar en vida nueva, dignos del Señor que nos ha perdonado y transformado. Nos animamos a andar sabiamente y no desordenadamente, en luz y no en tinieblas, en amor y no en indiferencia. Pero esto no ocurre por arte de magia. Hay que pensarlo, mirar bien nuestros pasos, reflexionar juntos para acertar en el itinerario. Como dice el apóstol: «Mirad, pues, con diligencia como andéis...» (Ef. 5.15)....
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