Que el Señor nos recuerde que la verdadera autoridad no reside en el poder, en el cargo, sino en la carga, en el servicio.
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En nuestra ciudad habíamos establecido un grupo de GBU en el que invitábamos a nuestros compañeros de facultad a leer la Biblia; un día llegaron unos hermanos de una misión extranjera que querían trabajar también con estudiantes; les acogimos con todo aprecio.
Tenemos que volver a recordar regularmente que Jesús nos abrió un nuevo escenario en el que los méritos dejan su lugar a la gracia; ¿qué le tenemos que demostrar al Señor? ¿con qué vamos a conquistar Su aprobación? Con nada; la tensión de exigencia de mérito y éxito es sustituida por la gracia y, consecuentemente, nuestra libre voluntad de seguirle de corazón, sin esperar con ello ganar ningún reconocimiento: “ no por obras, para que nadie se gloríe ” [1] .
Cada día tenemos que retornar al pie de la cruz, en donde todo éxito aparente se ve liquidado ante la gracia; y cada día tenemos que volver de la cruz hacia nuestros hermanos y hacia el mundo para ser coherentes con esta visión de las cosas.
En nuestra relación personal con el Señor nos sentimos atravesados por Su Verdad y renunciamos a todo intento de hacer ver lo que no hay; apliquémoslo a nuestra relación con los hermanos y con los demás: ¿Por qué tanto empeño en aparentar a veces lo que no tenemos, lo que no somos, lo que no hemos alcanzado? ¿Por qué tanto empeño en ocultar nuestros fracasos? Ante el Señor el éxito aparente no es necesario para que Él nos acepte y nos coloque en nuestro lugar, Él se fija más en la fidelidad y la coherencia, los resultados dependen al final de Él. Es cierto, pero no estamos seguros de que los hermanos tengan el mismo criterio y por eso nos vemos tentados a recurrir a los méritos y la apariencia de éxito como instrumentos para alcanzar reconocimiento.
A veces nuestra debilidad nos hace ansiar desmedidamente el reconocimiento de los demás y hacemos depender de este nuestra autoestima. Y para conquistarlo depuramos las apariencias, recurrimos a una forma sutil de mentira en la que maquillamos aquí, ocultamos allá y cuando no podemos ocultar justificamos; somos tentados a sacrificar la verdad en el altar del reconocimiento de los demás. Pedro cayó en esto en el asunto de la circuncisión [2] .......Para descargar todo el artículo V (4) Andar en Integridad